Además de la posible exposición a radiaciones ionizantes de origen artificial, los seres humanos están expuestos, ineludiblemente, a fuentes naturales de radiación.
Las dos contribuciones más importantes a esta exposición consisten en la radiación cósmica que atraviesa la atmósfera y la radiación resultante de la desintegración de los elementos radiactivos que se encuentran en la corteza terrestre desde su formación.